26 enero 2023

Tres riesgos para los mercados financieros en 2023 por Rafael Damborenea, Director del Máster en Finanzas de EUDE

mercados financieros

En 2008, Nicholas Taleb desarrolló la teoría del cisne negro. Vendría a ser una metáfora para explicar la ocurrencia de un evento de gran impacto y que nadie había previsto. Un ejemplo reciente podría ser la guerra de Ucrania, o la pandemia internacional que vivimos en 2020 (una crisis sanitaria que acabó derivando en una crisis económica).

 

 

Dado que tratar de predecir un cisne negro sería un ejercicio inútil por mi parte, vamos a enumerar en este artículo tres riesgos, que no sucesos inesperados, para los mercados financieros durante el presente ejercicio.

 

¿Qué esperan las principales gestoras de activos en 2023?

 

Como cada año, Bloomberg hace un resumen de las predicciones de diferentes entidades para Wall Street y que puede leerse aquí. El consenso es claro: habrá recesión, pero, por más que haya sido anunciada hasta la saciedad en todos los medios de comunicación, quizás no estemos preparados para las consecuencias que va a acarrear. Ese aterrizaje suave que esperaban muchos inversores puede que no llegue nunca.

 

Por ejemplo, Barclays dice que 2023 será uno de los peores para la economía mundial en cuatro décadas y otras firmas estiman que las probabilidades de una grave recesión mundial son del 65 %. Es prácticamente imposible encontrar perspectivas positivas entre las entidades financieras, pero recordemos que el mercado es soberano y está para tratar de engañar a la mayor parte de los inversores durante la mayor parte del tiempo. ¿Alguno fue capaz de anticipar el mercado bajista que vivimos en 2022?

 

2023: tres riesgos encima de la mesa

El primer riesgo que debemos considerar es una inflación sostenida a ambos lados del Atlántico. Las políticas monetarias de los bancos centrales, junto a los dos cisnes negros señalados al principio del artículo, han contribuido a un fuerte repunte de los precios desde 2021. La Reserva Federal, en primer lugar, y el Banco Central Europeo, siempre más rezagado, se han visto obligados a iniciar un nuevo ciclo de subidas de tipos de interés.


Si la política monetaria restrictiva fracasa, podríamos ver un impacto en la actividad económica mucho mayor del esperado y más volatilidad en los mercados. De hecho, muchas gestoras piensan que el objetivo de inflación sostenida del 2 % de la Reserva Federal va a ser inalcanzable y tendrá que reconocer en algún momento la nueva normalidad en cuanto a inflación se refiere. Este hecho podría suponer una de las principales sorpresas negativas en el presente ejercicio.

 

El drenado de liquidez del sistema sería todavía peor en el caso de las economías emergentes. Si la Fed no levanta el pie del acelerador, seguirá aumentando la prima de riesgo y mermará las entradas de capital hacia estos mercados. Este es un riesgo fundamental en países que han tenido un protagonismo destacado en 2022, como Turquía, donde el endeudamiento en moneda extranjera es muy elevado y la liquidación de las posiciones en deuda soberana podrían desencadenar una crisis más profunda.

 

Por otro lado, el segundo riesgo es la (eterna) guerra entre Estados Unidos y China. Esta puja por la influencia global se endureció durante el mandato de Donald Trump, llegando a producirse un crash bursátil durante el ejercicio 2018 como consecuencia al miedo de un parón en la economía global por la guerra comercial entre ambos gigantes.

 


Sin embargo, con Joe Biden al frente, la película no es muy diferente: el presidente estadounidense quiere poner al mundo en contra de China y endurecer las restricciones en diferentes áreas de actividad económica, además de imponer sanciones al gigante asiático. Esta incertidumbre se traslada a empresas industriales o de consumo a la hora de decidir los proveedores con los que trabajan, y sería sinónimo de un menor crecimiento global, así como de la materialización del tercer riesgo que analizaremos a continuación: las tensiones geopolíticas.

 

Al margen del conflicto con Estados Unidos, China está en una situación comprometida. Todavía siguen los vientos de cara con la crisis de la inmobiliaria Evergrande, que arrancó en 2021 y se ha extendido a todo el sector inmobiliario. El deterioro de la economía china tendría consecuencias a nivel global (cuando China estornuda, el resto del mundo se resfría), siendo las materias primas (o exportadores de estas) unas de las principales perjudicadas al frenarse la demanda.

 

Finalmente, como señalábamos antes, no podemos olvidar los riesgos geopolíticos. Sin haberse resuelto todavía la situación entre Rusia y Ucrania, permanecen vigentes las tensiones entre China y Taiwán. Una escalada de los conflictos bélicos también tendría un impacto negativo en la economía internacional y más incertidumbre en los mercados financieros.

 

Aunque la no materialización de estos riesgos podría ser el catalizador que dé alas la renta variable, tal vez los inversores deberían volver a mirar a la renta fija. Después de haber sufrido la mayor corrección en la era moderna durante el 2022, podemos encontrar bonos de alta calificación crediticia con generosos cupones y que actuarán como un potencial refugio en el supuesto de que la economía empeore y, más pronto que tarde, los bancos centrales se vean obligados a cambiar su política monetaria.

 

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